Ayer me subí a una camioneta, de esas que llevan un policía adelante y un soldado atrás.
Parados, con la mirada perdida, sin hablar, en esa amontonazón de la hora pico que le come los cesos a cualquiera. En ese momento me preguntaba:
En que piensan?
Tendrán miedo?
Serán valientes?
Serán casados?
Cuantos hermanitos tendrán?
En qué aldea o zona vive su familia?
Cuanto enviaran al mes a su mamá?
Son tan jóvenes, casi niños, porqué decidieron ser soldados?
Con quién hablan?
Asegurarán firmemente el hecho de dar la vida por su patria, o fue una elección tomada para asegurar el plato de comida en la mesa?
A veces me inspiran ternura, he hablado con más de alguno, con un guardia de seguridad que me contaba que el bus de la empresa lo deja a 2 kilometros de su casa y tiene miedo a represarias por que lo miren en el terreno valdío que tiene que cruzar para llegar a su colonia y se den cuenta que trabaja en seguridad y lo tomen por sorpresa. Que es una vida dura, que no les pagan bien, porque el 75 por ciento es para la empresa y el resto para ellos. Que tienen que endurecer su corazón para que no les afecte la muerte de alguien.
Estas carreras y oficios son un tanto duros, rentables en países como el nuestro... o como en el resto del mundo.
3 comentarios:
Que tremenda reflexión, buenísimo el texto.
Saludos
Cada vez está peor la violencia. Estoy de acuerdo con Pepe sobre la reflexión, muy valiosa.
y además del esfuerzo y el sacrificio, se aplaude que no crucen la frontera de la corrupción.
En esas condiciones es tan sencillo hacerse de la vista gorda ante muchas cosas.
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